Las molestias que las numerosas pepitas que albergan en su interior las chirimoyas ocasionan a los ávidos comensales que se atreven con ellas podrían tener los días contados. Científicos del centro experimental La Mayora, dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y ubicado en Algarrobo, han dado con la clave al haber conseguido cruzar el tradicional fruto con una variedad propia de Surámerica que no tiene semillas. La única diferencia entre ambas es un gen y es precisamente a través de la mutación natural de ese gen con lo que los investigadores pretenden cruzar las dos variedades hasta dar con el fruto ideal que se pueda vender en el mercado con todas las garantías y parecido al tradicional.
Los primeros pasos ya han sido dados y, después de un largo periodo de investigación en colaboración con científicos de la universidad californiana de Davis, las plantaciones de esta nueva variedad comercial arrojarán datos definitivos sobre su viabilidad en cuatro o cinco años. La principal protagonista de la historia que podría lograr tan peculiar hito se llama anona escuamosa de una variedad conocida como thai seedless. Es una especie de la misma familia de la tradicional chirimoya conocida en España, pero que no podría cultivarse en esta zona porque necesita un clima más tropical propio de algunos países de Suramérica.
Su peculiaridad radica en el hecho de que es capaz de producir el fruto sin las molestas pepitas en su interior. Pero quedaba saber por qué y el responsable del grupo de Fruticultura Subtropical del centro experimental malagueño del CSIC, Iñaki Hormaza, explicó que lo que les hizo darse cuenta de esa particularidad es que "su óvulo tiene una orientación distinta a la de la chirimoya que se produce aquí".
Eso les indujo a pensar en la posibilidad de mutar el gen de forma natural mediante varios cruzamientos entre ambas especies. El resultado, según el científico, sería la de "un híbrido que habría que volver a cruzar varias veces hasta conseguir un fruto sin semillas". Ya se han hecho los primeros cruzamientos y los investigadores están analizando el comportamiento que ha tenido la primera descendencia de este fruto resultante tras la mutación del gen desde que han sido plantada las semillas hasta que salgan las flores en un plazo de unos cuatro o cinco años. Una vez que se obtengan estos datos, Hormaza explicó que se podría saber si existe ese marcador molecular que permita producir de forma natural una chirimoya sin pepitas.
La investigación ha ido más lejos aún y se ha podido demostrar que ese gen causante de la fruta libre de semillas es un mecanismo común que se ha conservado a lo largo del tiempo en otras especies con flor alejadas de la familia de la chirimoya, lo cual podría tener una amplia repercusión en las técnicas de cultivo de otras muchas especies en el futuro. Un ejemplo sería la guayaba, que actualmente no es especie muy comercial debido precisamente a que tiene demasiadas pepitas en su interior.
Pero que nadie se confunda, el responsable de este proyecto de investigación explicó que la obtención de estas frutas sin semillas se haría mediante la mutación genética natural "algo que nada tiene que ver con los transgénicos en los que se consigue de forma artificial". Si las previsiones de este grupo de científicos del CSIC no fallan, sería la primera vez en todo el mundo que se consigue un logro de estas características y que con toda seguridad mejoraría sustancialmente la comercialización de este producto tropical que aún se resiste a penetrar en algunos ámbitos del sector de la restauración debido a la incomodidad que supone la gran cantidad de huesos que tienen.
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